Muchos países de Latinoamérica comparten una misma historia. No es esta historia un solo hecho que tuvo lugar en todo el territorio, sino hechos que se repiten en cada una de las ciudades como si cada lugar de este extenso territorio desde México hacia el sur estuviera signado por el mismo destino. Si tu interés es conocer parte de la historia, no dudes en sacar tus boletos de avión y comenzar a soñar.
Costumbres y colores, sabores y bailes, palabras y música, hay un poco de préstamo allí y acá y lo que creemos propio muchas veces nos sorprende del otro lado de la frontera, hermanándonos con habitantes de otro país más de lo que podemos hacerlo o sentirlo con habitantes del nuestro.
Pero no solo de esas cosas hablamos cuando pensamos en las coincidencias sino también en ciertas formas que se repiten en los mapas y que van más allá de la geografía. Las ciudades capitales no escapan a esta secreta hermandad de la historia con las otras. Santiago, es un ejemplo de ello. Si no es claro lo que decimos basta con pensar en la planeación urbana. En cómo las plazas principales se encuentran rodeadas por los edificios religiosos y administrativos más importantes. En las plazas y parques públicos que adaptaron diseños de los más hermosos jardines franceses con la riqueza natural americana y en las grandes casonas que son una estampa de una época en la que el progreso era una tarjeta de presentación para las ciudades. Todos ellos son puntos de coincidencia de las capitales de cada país latinoamericano.
Un ejemplo en Santiago de estas grandes casonas es el Palacio Cousiño, uno de los grandes atractivos de Santiago que se erige como esa muestra de algo que también es típicamente latinoamericano pues es parte de su historia: el orgullo y la opulencia de las clases pudientes de las capitales. Algo que podría haber sido criticado en su época pero que hoy nos permite enorgullecernos del patrimonio arquitectónico y cultural de nuestra propia ciudad.
El Palacio Cousiño es uno de los grandes atractivos de Santiago pues es una postal imponente de la arquitectura en medio de la ciudad, en el número 438 de la Calle Dieciocho, pero también es parte de este patrimonio que nombrábamos y que nos hace conocer, a medida que lo recorremos o sabemos de su origen, la historia misma de la capital chilena y del país, pues nos va relatando detalles que tienen que ver con cada momento histórico que travesó.
El origen de esta hermosa construcción tiene como fecha el año 1875 y su creador fue el arquitecto Paul Lathoud. Tal como lo indica su nombre los habitantes de esta inmensa casa fueron los integrantes de la familia Cousiño, dueños en ese entonces de una gran cantidad de minas lo que nos habla sobre aquel periodo de oro de la minería en el país. Podemos ver entonces esta casa como el emblema de aquella época y de los frutos de ese tipo de explotación.
Fueron tres las generaciones de esta familia las que supieron habitar cada uno de sus salones hasta que en el año 1940 fue rematada y adquirida por la Municipalidad de Santiago. Pero no fue hasta el año 1977 que fue convertida en museo y tras unos cuatro años declarada como Monumento Nacional.
Este palacio es uno de los atractivos de Santiago ya que nos cuenta historias como por ejemplo la del funcionamiento del primer generador eléctrico de todo el Cono Sur del continente que tuvo lugar allí mismo, dentro de esas paredes que parecen ser testigos recelosos de un pasado. Si bien en la actualidad no podemos ingresar pues tras el último terremoto en Chile el lugar fue declarado como poco seguro, se planea desde la misma Municipalidad la refacción y reconstrucción de las áreas dañadas puesto que es un deber para con un edificio considerado parte del patrimonio cultural de la ciudad.
Por el momento podemos deambular por sus jardines y tratar de adivinar desde allí la disposición de las habitaciones o imaginarnos alguna velada llena de lujo de la familia Cousiño. Una vez remodelada podremos ver en cuenta propia los detalles de elegancia de los ambientes que cuando pertenecían a la familia estaban decorados solamente por objetos y muebles traídos especialmente de Europa, uno de esos rasgos compartidos que las clases altas de los países latinoamericanos supieron tener siempre. Pero existen otras coincidencias más felices, las que tienen que ver con el cuidado del patrimonio y con la reapropiación de lugares, esa que hace que ahora le pueblo pueda sentir esta casa como parte de su historia y esperar poder entrar pronto a recuperar esos relatos en cada paso del recorrido.
Imagen: By Marcelo Ois Lagarde (Own work), via Wikimedia Commons
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